26 de mayo de 2012
Después de aparcar y recoger el
dorsal, me encontré con mi amigo Pedro, que había convencido a toda la family
para asistir al evento. Estuvimos un poco hablando, pero él salía sobre las
10:45 y yo tenía que esperar hasta las 11:30 (que luego sería un cuarto de hora
más). Luego saludé a Eva, su mujer y luego me encontré con mi prima María, que había ido para verme y sacar
unas cuantas fotitos. Gracias de nuevo, por cierto.
Cuando ya estoy al borde del lago
y pienso que tengo que nadar 750m, me da una sensación de pereza horrible. Se
lo comento al tipo que tengo al lado: “¡Qué perezón, ¿verdad?”, pero el hombre estaba más animado
que yo y me dice que bueno, que para él esa es la peor parte porque en realidad
es corredor y que la bici y sobre todo la carrera a pie las llevaba muy bien. “Yo
también soy corredor”, me apresuré a
explicar, y de repente, “piiiiiiii”, y empieza a tirarse todo el mundo al agua.
¡Qué perezón!, pienso por última vez y me lanzo.
Voy tranquilo. De algo tuvieron
que servir las travesías aquellas en las que me metí hace dos años. Saco la
cabeza cada cinco o siete brazadas para no perder el rumbo e incluso empiezo a
adelantar gente. Estupendo. Llego a la tercera boya y veo que ya no hay más. Que de
ahí, ya va todo recto hasta el pantalán. Ese es el momento en que acelero un
poco.
Salgo del agua. Voy por la
alfombrita azul que ponen para llegar a los boxes y de repente veo a María con
mi móvil saludando y a punto de hacer una foto. Me doy la vuelta, saludando con
la mano, y…¡zás! Resbalón… ¡Vaya leche! Acabo en el suelo estampado y con el
gemelo a punto de montarse… menos mal que al final se mantuvo bien. ¡Pero qué
torpe! Pienso. Esto es lo típico que le pasaría a Phil Dunphy (de Modern
Family).
Y nada, cojo la bici y a sumar
kilómetros. Son tres vueltas de 7 km y pico, sumando entre todas, un total de
23 km. Aquí la bici es fundamental. Está claro que con una de carretera ganas
mucho tiempo. El caso es que la tarde anterior había ido a probar la de María,
pero resultó que mis zapatillas de spinning tenían otro tipo de calas, con lo
cual no me servían. Así que finalmente, tuve que hacerlo con mi bici de
montaña, que no está mal, pero evidentemente, para estas cosas acaba resultando
algo pesada y lenta. Debí de tardar una hora en hacer los 23 km. Se hace algo
largo, sobre todo en la subida por el cerro Garabitas, que son unos 4 km cuesta
arriba, aunque hay que reconocer que trascurren entre pinares, por una de las
zonas más bonitas de Madrid.
Y por último, 5 kilometrillos
corriendo. Dejé la bici en los boxes y salí a la carrera, al principio
despacito, para adaptar las piernas de un ejercicio a otro. Primer kilómetro
cuesta arriba y segundo kilómetro cuesta abajo. Luego el medio que completa la
vuelta es llano. En la cuesta abajo pienso que es el momento de apretar, pero…
¡calambre! Se me carga el cuádriceps derecho y pienso en parar. Al detenerme,
la sensación es que se me está contracturando más, y empiezo a estirarlo, pero
sólo lo justito que me permitía la pierna, la cual empezaba también a quejarse
del bíceps. Consigo que la cosa vuelva a su ser y pienso que quedan apenas 4 km
y que puedo aguantarlos incluso con los músculos contracturados por completo. Y
eso hago. No puedo ir tan rápido como me hubiera gustado, no por la
contracturilla, que era lo de menos, sino porque voy agotado. Tan sólo en el
último kilómetro y medio aceleré algo el paso, pero nada destacable. No iría
más rápido de 5’:30’’ por kilómetro. Y por fin, la meta.
Las sensaciones en general
buenas. Era mi primer Sprint Olímpico y la verdad es que me lo pasé bastante
bien. En los siguientes espero mejorar algo la marca (todavía no oficial) de 2h
02’, que marcaba el crono a la llegada (la diferencia tampoco puede ser mucha).