O al menos, quién pienso que soy yo… porque vaya usté a
saber.
Pues así, a grandes rasgos, un
tipo de cuarenta y tantos hasta que en 2019 pase el medio siglo, aficionado al
deporte en general y a correr, en particular.
Empecé a correr de chaval en el
colegio, como casi todo el mundo. Luego, en mis años de universitario estuve
practicando Kárate y no fue hasta el último año de carrera en que retomé la
práctica aquella de correr. La cosa fue que en diciembre me operaron de una
hernia inguinal y debido a la operación dejé el Kárate unos meses, con la
consecuente adquisición de kilos. A los tres meses empecé a nadar y en verano,
viendo que la cosa no mejoraba, me dio por correr. Además, había dejado de
fumar (varios años después volvería a cagarla) y empecé a estar estupendamente
de forma.
La cosa no duró demasiado. A penas
año y medio. Luego me casé y aquella nueva y cómoda vida dio paso al
sedentarismo supino y de nuevo al fumeque, aunque esto más bien fue debido a
los proyectos en los que trabajaba por aquella época, en los que pasábamos
noches enteras controlando que las aplicaciones informáticas bancarias hicieran
lo que se suponía que tenían que hacer.
Pasó el tiempo. Tuve hijos y un
buen día un amigo me hizo la observación que si seguía así, en breve podría
presentarme al casting para el remake de El Imperio Contraataca, en el papel de
Java el Hutt.
_ ¿Tan mal estoy?
_No sé, tú verás. Gordo y fumando
como un poseso, tienes todas las papeletas para que un buen día te pete el
corazón.
Así que “un buen día” me lancé a
la carrera. Apenas aguanté 10 minutos y llegué a casa echando el bofe. Pero al
día siguiente, y con agujetas hasta en las orejas, me lancé de nuevo a correr. Y
al día siguiente, y al otro, y al otro. Y así durante meses. Empecé a perder
peso y a aguantar más tiempo corriendo. Llegué a dejar 16 kilos por el camino,
¡y en tan sólo 4 meses! También hay que decir que cambié mi dieta de pizzas, sándwiches
y cerveza por las noches, por ensaladitas, agua y algún día que otro, alguna
cerveza sin alcohol. Esto era por el 2007.
Seguí así todo el año. Y el
siguiente. Y así, a finales del verano de 2008 dejé de fumar y así sigo hasta
la fecha. Y seguí corriendo. En un viaje que hicimos a Nueva York en 2008, no
dudé en llevarme la ropa de deporte para salir a correr algún día por Central Park.
Ese año me dijo mi prima María que si corría la San Silvestre con ella porque
su marido Ramiro se había rajado después de haber pillado el dorsal. Y así lo
hicimos. Creo recordar que pasamos de la hora. Pero bueno… en aquella época nos
daba igual. Corríamos por correr, sin pensar en marcas ni nada que se le
pareciera.
Pocos meses después descubrí que
no sólo existía la San Silvestre, sino que hay un gran abanico de carreras
populares y así, me acabé inscribiendo en la Liberty Seguros, primera de más de
una veintena de carreras que he corrido hasta la fecha. Bueno… segunda. La
primera fue la San Silvestre Vallecana.
Y así he seguido descubriendo
este mundillo del “running”, los pulsómetros, las zapatillas y revistas especializadas,
y… las lesiones. Las ¿inevitables? lesiones que nos persiguen implacables a
todos o casi todos los corredores y deportistas en general, y contra las que
sigo luchando con más voluntad que otra cosa, intentando minimizarlas para
evitar nuevos parones de meses que me vienen a recordar que el tiempo va
pasando, y poco a poco, haciendo mella en mi cuerpo, que pese a estar en
perfecta forma, no deja de ser casi el doble de viejo del de aquel tipo que un
buen día se lanzó por primera vez a la carrera cuando todavía no se había
quitado de encima el cascarón.
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