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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Travesía de la Concha (con resaca incluida)

Después de haber bajado bastante el ritmo de entrenamientos, llegamos a la cita del 11 de septiembre en la Playa de la Concha, en San Sebastián. Esta vez nado con Sergio y Miguel. Con Sergio no he nadado más que en la piscina, y ya sé que no le pillo ni de coña. Y respecto de Miguel, ya pude comprobar que tampoco cuando justo dos meses atrás nadábamos la travesía de El Perelló en Valencia.
Bueno, yo para estas cosas intento no picarme mucho, básicamente porque no me va a servir de nada hacerlo. Así que aceptando de antemano que voy a quedar el último de los tres, por lo menos hay que intentar mejorar las marcas conseguidas.
La noche anterior, cometí el error de no parar después de la primera cerveza. Así que luego vino otra, otra más, una alemana, otra no sé cuantos, … a estas alturas iba mareadillo y muy contento, y luego las copas… un ron con limón, otro más… momento en el que me hubiera tirado al mar directamente en plena efusividad alcohólica, dispuesto no sólo a hacer una travesía de 2,2km, sino a cruzar el Canal de la Mancha, por supuesto…
El día amaneció estupendo. Yo no… Yo esperaba que lloviese, que hubiera medusas, carabelas portuguesas, olas e incluso algún marrajo mal comido rondando la bahía en busca de nadadores lentos. Cualquier excusa para que hubieran anulado la travesía. Pero nada. Ni medusas, ni una ola, ni por supuesto otros peces que los propios de los puertos. Y allí estábamos los tres acompañados de nuestras respectivas familias para animarnos.

A penas había desayunado, y mientras recogía el chip, pedí a Mamen que me comprase Alka – Seltzer. Hay que ver lo bueno que es el Alka – Seltzer. Deberían beatificar al tío que lo inventó. El caso es que me lo tomé y me asentó el estómago, cosa que dadas las circunstancias no era poco.

El agua estaba fresquita. Sergio me recomendó pegarme un chapuzón antes de la carrera, pero no me encontraba yo con mucho cuerpo de chapuzones, así que me limité a meter los pies, hacer unos amagos de estiramientos y esperar a que diesen la noticia de evacuación por tsunami repentino.

Y pistoletazo de salida… ¡qué pocas ganas de nadar 2 kilómetros y pico! Muchos de los participantes eran tipos de estos clásicos del norte, que me sacaban varios centímetros de altura y otros tantos de hombro a hombro. Bueno… pa eso entrenan, digo yo. Me meto en el agua, ando unos metros hasta que me llega por la cintura y a nadar. Procuro no perder las boyas del frente y seguir al pelotón.

Al principio todo eran gorros verdes... al cabo de un ratito, me empezaron a pasar "sirenas" con gorro rosa a toda pastilla.... Hay que ver cómo nada la peña. Normalmente iban en grupos. Me pasaban cual banco de peces, y nada, a esperar al siguiente grupo. Eso sí, me pude fijar en las pedazo de patadas que propinan al agua, lo que evidentemente, les debe proporcionar un empuje considerable. De hecho, en un momento dado empecé a hacer lo mismo, y no sé, pero creo que me dio resultado.


Al final hice 51:38, que por una regla de tres y un calculillo respecto a los metros por minuto, viene a salir unos 5m/min más rápido que la de El Perelló, en el mes de julio.
Miguel hizo 42:05 y Sergio, 43:18.

Travesía del Puerto de Denia, 7 de agosto de 2010

Otra travesía. La segunda a la que me presentaba y bastante más cortita que la anterior, ya que era de 1,2Km. en el puerto de Denia. Sobre las 09:30 recogí el dorsal y para hacer tiempo me fui con Mamen a tomar un cafetito cerca.

A las 10 y algo ya estábamos en el puerto, en bañador y pensando que deberíamos habernos traído la crema solar antimedusas, sobre todo, cuando empecé a ver a bastantes de los nadadores embadurnarse de la misma. ¡Otra vez medusas! Y yo sin traje de baño largo y sin crema.


Dieron la salida. Esperé a que saltaran los más ansiosos y nada, me tiré de pie, esperando que no se me movieran mucho las gafitas. Empecé a nadar hacia la primera boya, en donde suele siempre apelotonarse la gente, luego hacia la segunda, ya con menos gente, y desde ahí, hacia el ferry que lleva a Ibiza, desde donde Mamen observaba la carrera. Al pasar cerca del ferry, vi que estaban mi prima Almudena y su novio José, mi prima Cristina y Mamen animando. De hecho, fue Cris la que me reconoció por el numerito que llevaba en el gorro, entre todo el maremagnum de nadadores.

Desde ahí, ya sólo
quedaba una recta de unos 500m hasta llegar al pantalán, en donde había que torcer a la derecha y nadar otros 200m más o menos. Cogí buen ritmo y acabé con una marca de 28’:19’’.

El resto del fin de semana estupendo, con la familia en la playa, e incluso salida en velero el domingo con mi tío Javi, Cristina, Mamen y unos amigos de Javi, con el consecuente mareo supino de Mamen, que en lugar de nadar cuando llegamos a las calas, se quedó abordo tomando una cervecita.



domingo, 11 de julio de 2010

Primera travesía a nado: Perelló - Les Palmeres (Valencia, 11-07-2010)

Hace un día estupendo. El mar con calma chicha, y los nervios a flor de piel. Sobre todo, por saber a ciencia cierta que no sólo nos íbamos a enfrentar con la larga distancia en el mar (al menos larga para mí), ya que se trataban de 2.500m, sino además con esos bichitos tan monos que se llaman medusas. Luego veréis que no es para tanto...

A las 08:15 me recogieron mi amigo Miguel (quien me había convencido semanas antes para prepararnos para esta travesía) y su cuñada María, que nos llevaría desde Cullera a El Perelló. Era la excusa perfecta para hacer además una escapadilla de fin de semana a la playa.

Al llegar recogimos la bolsa del nadador, en donde venía el chip y nos fuimos a tomar un cafetito. A las 09:15 más o menos, ya estábamos preparándonos para la travesía, untándonos con protector solar, repelente de medusas (por si acaso), y nada, dándonos los últimos ánimos.
Al llegar a la orilla me acerqué a una chica muy maja, que se llamaba Silvia, ya veterana en esto de las travesías, que nos estuvo explicando un poco como iba el asunto, dónde había que girar y demás avatares a tener en cuenta. Y en un ratito, ¡a nadar!

Dejo que salga la gente y me dirijo tranquilamente al agua. Prefiero ir de los últimos antes que agobiarme con patadas y demás. Y si voy bien, ya tendré tiempo de adelantar a alguno que otro. Y empiezo a nadar. Al doblar la primera boya me doy cuenta de dos cosas: no he puesto el cronómetro (que no importa mucho, ya que llevamos el chip), y dos, me entra agua en el ojo derecho. Chungo. Me doy levemente la vuelta, vacío el agua de las gafillas, las aprieto un poco, por si acaso, y vuelvo a la carga. Nada. Me sigue entrando agua. "Vale. No pasa nada". Me digo a mí mismo. A fin de cuentas no lleva cloro. Pero claro, una hora con el ojo aguado... pues habrá que aguantarse. Y sigo nadando. Cuando llevo cosa de un cuarto de hora, me acuerdo de que mis gafas tienen un defectillo que es que la goma se mete para adentro y si no la colocas bien, pasa eso: que te entra agua. ¡Bien! Consigo acoplarlas perfectamente y ya no me entra agua. Y sigo nadando.
Paso a un tipo. A otro más. Cojo el rebufo de un grupillo y pillo el ritmo adecuado. Ahora solo se trata de continuar así.

Sigo y sigo... una boya, dos, tres.... ¡pedazo de medusón en el fondo! (Cual sombrero de mejicano). "Que no cunda el pánico, está en el fondo y yo a tres o cuatro metros por encima. Tranquilo". Otro medusón atómico... otro... todos por el fondo. Como además, me había agenciado un bañador de cuerpo entero, lo peor que podía pasarme es que me picasen en los brazos. Así que nada... tranquilo. Pero de repente me encuentro a uno de estos
pedazo de bichos en la superficie y a unos 30cm de mí. ¡¡¡Pánico total!!! Sin apenas mover los brazos, para evitar darles un manotazo, pataleo a toda prisa intentado salir de allí ¡ya! Y ¡zas! Calambre en el gemelo. Como ya me conozco la sensación, dejo las piernas muertas y sigo nadando sólo con los brazos. Estiro un poco el pie para que se me vaya pasando el calambre y en menos de un minuto ya estaba bien. “Hay que seguir”.
Cuarta boya y debemos llevar media hora larga…muy larga, la verdad. Yo pensaba que debía haber unas nueve o diez boyas, ¡así que no vamos ni por la mitad! “Nada, sigue nadando, sigue nadando…” Como canturreaba la pececilla esa amiga de Nemo (Dori). Me pasa una chica pero se queda pegada a mí. A menos de dos metros. Me viene bien tener un timón y sobre todo, alguien que se trague las medusas antes que yo. Pillo el rebufo. Quinta boya. “Sigue nadando, sigue nadando”… Y de repente, ¡boya amarilla! El punto por el que hay que doblar hacia la playa. ¿Pero no eran nueve? Será que no. Efectivamente. Hay un par de barcas que nos van diciendo que enfilemos hacia la playa, hacia donde está situada la meta.
Meto caña. Quedarán unos 400m o así. Quizás algo menos. Voy viendo las rocas del fondo. Pienso que por ahí ya no debe haber medusas y que a fin de cuentas me quedan cinco o seis minutos a lo máximo. Y por fin llego a la orilla.
Salgo con calambres en las piernas. Me encuentro a Mamen, Ana, la mujer de Miguel y Macarena saludando y dándome ánimos. Y cruzo la meta. ¡Lo conseguí!
Miguel hizo 1h:00:04 y yo 1h:07:07.
El año que viene estamos ahí otra vez.
Nota para la posteridad: por la noche, España gana el mundial de fútbol.