Una mañana estupenda. Un poquillo fresca a primera hora pero soleada y con tintes de hacer un día maravilloso. Habíamos quedado a las 09.00h en el “quinto pino”, es decir, en el pedazo de pino que preside el Paseo de Coches del parque de El Retiro, se suponía que para calentar. Al final, lo único que calentamos fue la lengua, a base de hablar, pero bueno; lo normal. Yo, además, tengo la costumbre de calentar sobre la marcha. Si hago demasiado calentamiento al principio, salgo ya cansado.
Había pasado una noche de perros, nervioso perdido, como si me estuviera jugando revalidar el título mundial o algo así. No me entiendo a mí mismo. El caso es que sobre las cuatro de la madrugada Mamen se despertó y recuerdo que le dije que todavía no me había dormido. No sé qué demonios le pasa a mi sistema nervioso, pero debe creerse que voy a competir contra los keniatas o algo así.
Mi intención no era otra que la de acabar sin caminar, dentro de un tiempo medianamente aceptable.