Tal como cuenta mi prima María en su blog de Facebook, un par de semanas antes, tras la carrera África Vive, estuvimos asomándonos al lago y sopesando la posibilidad de participar en el triatlón que se avecinaba. ¡Uf! ¡Qué repelús meterse ahí! Pensamos los dos, así que nada, pensamos que en otra ocasión sería…
Dos días después, me llama María para decirme que ya se había apuntado, y como yo, a la que me pinchen un poquito, estoy metido en el ajo, no dudé en apuntarme, previa consulta familiar, por si acaso había algo para ese día.
Y llegó el día. Este año, por distintas razones, había dejado algo de lado la natación, y evidentemente, dos semanas no dan mucho de sí para retomar la forma. Pero bueno…
Llego con Mamen, los niños y hasta la perra, a la Casa de Campo. Aparcamos, saco la bici y me adelanto para ir cogiendo el dorsal. Me encuentro con María y Ramiro, que ya estaban bien adelantaditos en la cola, y así, haciéndome el despistado, me uno a ellos como quien no quiere la cosa. Un calor de justicia. Un solazo digno de pleno verano. Y allí estamos.
Al rato llega Sonia (la madre de Alejandro, un amigo de Macarena del cole, a la cual había enviado yo la convocatoria), con una amiga. Presentaciones de rigor, y a esperar. Sobre las 18:30 ya nos disponemos en los “boxes” en donde hemos dejado las bicis, y el resto de cosas y los organizadores indican que del 1 al 130 vayamos, en orden de a uno, como en la mili, en dirección al lago.
Notaba mi corazón algo acelerado, supongo que por la novedad. Nos disponemos sobre los flotadores. Miro para atrás y veo a Mamen, los niños, la perra, Ramiro y mis tíos (los padres de María), y a mi prima Belén, todos animándonos.
El chaval que tenía al lado me pregunta si es la primera vez que hago algo de esto. “Pues sí”. “Nada, no te preocupes. A lo mejor al principio te agobia algo la gente, te llevas alguna patada, pero nada. Tú a tu rollo”. Y pistoletazo de salida.
Empiezo a nadar a crall. Al principio bien. A un ritmo constante. No me doy cuenta de que estoy nadando recto, en lugar de ir hacia la boya, como hace la mayoría de la gente. Cuando llevo unos 100m, levanto la cabeza y me doy cuenta de que me he despegado del “pelotón”. Intento acortar distancias, nadando en diagonal, pero vuelvo a perder algo el rumbo. Lo retomo de nuevo, pero al pasar la boya ya voy en cola. “Menudo crack estoy hecho”, me digo a mí mismo. Total que aprieto y enfilo en dirección hacia el muelle de vuelta. Cuando salgo del agua, detrás de mí no habría más de 10 personas.
Salgo del agua y veo que todo el mundo va pitando a por la bici. “¿No nos llevan andando tranquilamente como al principio?” _me digo a mí mismo. Pues va a ser que no. Llego a por la bici “matao”. Me calzo, cojo, la bici y a rodar. Al poco tiempo de salir, me encuentro con la familia animando: “Vamos, Joaquín”, acompañado de unos cuantos ladridos estridentes, que supongo que querrían decir lo mismo en “perruno”. Y para arriba. Cuesta “Garabitas” o algo así, que se hace eterna, sobre todo con mi “super mountain”, que pesa un quintal. La cuesta no se acaba nunca. Empiezo a tener sed. Muuuuuucha sed. Pero nada. No hay avituallamientos, como es lógico, por otro lado. Y por fin empieza la cuesta abajo. Llego ya bastante “perjudicado” a la zona de intercambios. Oigo de nuevo los ánimos lejanos de la familia y el perro, y cuando voy a salir a la carrera, escucho el grito de Mamen: “¡Quítate el casco!”
Empiezo a correr. Noto que no tengo fuerzas, pero bueno, son sólo 2km. “¡Adelante!” Saco fuerzas de donde no puedo, me pasan un par de zagales cagando virutas, literalmente, y el propio orgullo me da las fuerzas que me faltaban para correr a un ritmo razonable. Por fin un avituallamiento. Me paro un momentito para echar un trago y salgo otra vez. Ya me siento algo mejor… pero no mucho. Nos espera una cuesta de unos 800m. “Esto no es nada” _me animo a mí mismo. Y en menos de lo que esperaba efectivamente, damos la vuelta, enfilando la susodicha cuesta hacia abajo, para, en pocos minutos, estar llegando a la meta, en donde, de nuevo está la familia animando y la perra ladrando a todo el que pasaba.
¡Y por fin! Tiempo total: 50 minutos. Como unos 10 minutos más que María. Y poco más que Sonia. Voy a tener que entrenar más y sobre todo, acostumbrarme a nadar en aguas abiertas, que hoy por hoy, desde luego que no es lo mío…
Ratifico todo lo dicho, sobre todo lo de que Joaquín no está hecho para nadar sin corcheras!!! Va en diagonal y no mira, y cuando se da cuenta, resulta que es el loco que parece que se ha "rilao" y se va a salir por la orilla contraria. La bici tampoco acompañó porque claro "una bici de montaña no es para rodar en carretera", pequeño detalle, pero bueno, se lo pasó bien que es lo que importa y yo me fundí de calor tirando del perro e intentando convecer a los niños que se aburrieron un montón de que hay que ir a ver a papá y animarle......
ResponderEliminarDe parte de Sergio y Sonia, enhorabuena. ya hemos conseguido enganchar a otro a la secta...
ResponderEliminarJoaquín, tenemos que ir a por Miguel, el padre de Claudia, a ver si "nos lo traemos".
Lo dicho, que te espero en la próxima. (Alcazar de San Juan, 1.000-30-6 )con bici de carretera.
Un abrazo
Hola chicos, me alegro de veros por aquí.
ResponderEliminarHe estado miranto también travesías a nado, os lo mandé por correo.
Hablamos.
Un abrazo,
Joaquín
Anda que ya te vale, nadar 100 m sin sacar una sola vez la cabeza!!!! Seguro que te hiciste al menos 500 m. Me imagino que con lo de Luis y ésto habrás tomado nota...que dicen que a la tercera va la vencida.
ResponderEliminarPara la próxima si no consigues una de carretera (son muy caras y no todo el mundo está dispuesto a prestarla)al menos habría que cambiarle las cubiertas de tacos a la MTB, que algo se nota...
Me parto con el video cuando empiezas a correr con el casco puesto. Os lo tengo que pasar
María