Barefoot running (o correr descalzo)

Leyendo el libro de Christopher McDougall me he topado con los pioneros en eso de barefoot o correr descalzo. Uno de ellos es “Ted Descalzo”,  cuyo nombre suena mejor en inglés, como “Barefoot Ted”. La idea de Ted y de sus seguidores es que estamos diseñados para correr descalzos y que cualquier otra cosa, lo que hace es añadir focos de lesiones a nuestro mecanismo. Pero, ¿qué habrá de cierto en esto? ¿No sería la panacea para todos los corredores? Por un lado, nos ahorraríamos una pasta en zapatillas (*), y por otro, adiós a las temidas lesiones.

La idea no me parece mala, y obviamente, tiene una buena base. La cuestión es que cuando corremos con zapatillas acolchadas, tendemos a talonear, sobre todo los corredores paquete, como yo, que no tenemos la más mínima noción de técnica de carrera. Y como paquetes que no pertenecemos a ningún club de atletismo, en donde un entrenador nos depure la técnica, resulta que somos la mayoría, el resultado inmediato es que cada año hay millones de lesionados por esto del correr. Un gasto más para nuestra jodida crisis.

 

Al correr descalzo está claro que no vamos a talonear. Lo haremos unas pocas veces hasta que algo llamado dolor, nos diga que vamos mal, que nos estamos jorobando los talones y articulaciones a marchas forzadas. Seguramente (y haré la prueba un día de estos), incluso notemos como el impacto va derechito a nuestras articulaciones más próximas, a saber: rodilla y cadera.

En ese momento es cuando se obra el “milagro”. Dejamos de talonear y doblamos algo más la rodilla para aterrizar con la parte media del pie, o incluso sobre la almohadilla delantera,  que para algo estará ahí.

Si hacemos una composición de las fuerzas involucradas, lo primero que vemos es que el impacto sobre nuestra cadera va a decaer. Si a esto sumamos que adoptemos una postura correcta, echando el cuerpo ligeramente hacia adelante, pero manteniendo la línea recta entre la pierna estirada y la espalda, veremos que se añade un factor de aceleración a nuestra carrera, proveniente precisamente de nuestro propio peso.

En definitiva, correr descalzo ayuda claramente a “aprender” a correr. Lo que ya no me queda claro, y mira que en los últimos días he leído amplio y tendido sobre el tema, es si a la larga, si continúas corriendo descalzo, la cosa no sea peor, al menos a nivel de articulaciones.

Está claro que a un corredor por debajo de los cuarenta, que en la vida ha tenido la más ligera molestia en la rodilla o la cadera, la cosa le va a pasar desapercibida durante diez, quince o veinte años más. ¿Pero qué pasa con los que pasamos de cuarenta y que, como yo, somos tablones puros, con la misma elasticidad que un playmobil? ¿Funcionará también la cosa o acabaremos por jorobarnos las articulaciones de una vez por todas?

Por otro lado, si bien puede ser perfectamente válido el argumento de “Barefoot Ted” respecto a que estamos diseñados para correr descalzos, no es menos cierto que en dicho diseño no se tuvo en cuenta que correríamos sobre asfalto, que evidentemente, no viene a ser como correr por el campo. Es decir, llevamos cientos de miles de años correteando sobre el planeta, pero sólo en los últimos cincuenta, hemos recubierto nuestros caminos de esa masa dura de alquitrán para que nuestros modernos automóviles puedan ir cada vez más rápido. ¿Pero qué pasa con nuestras articulaciones? ¿Aguantan el asfalto igual que la tierra?

Agradeceré aportaciones de gente que pasen de los sesenta y lleven más de veinte años corriendo descalzos…